La gentrificación del barrio de San Antonio en las primeras décadas del siglo XXI es evidente: hay un proceso de demoliciones, nuevas construcciones y renovaciones urbanas y arquitectónicas, en su mayoría espontáneo, ilegal y mal pensado, acompañado de un flujo de personas de clase media, desde su nivel bajo hasta el más alto, que han desplazado a sus habitantes más pobres, primero, y luego a los otros, incluyendo algunos de los que ya habían llegado hace un tiempo. En consecuencia, hay varios tipos de habitantes en el barrio y las relaciones entre ellos han cambiado, pero en varias calles se conserva su carácter de vecindario, y se saludan discretamente.
De los pocos caleños o
extranjeros que llegan a vivir al barrio, la mayoría de ellos lo hacen
motivados por su carácter patrimonial y su cercanía al Centro de la ciudad,
como a la colina de San Antonio y el parque del Acueducto; y se instalan en él
ya sea disfrutando una sabrosa casa de tradición colonial, con patios y solar,
o una más pequeña, que se pueden encontrar en las más grandes que se han
reformado, o incluso un apartaestudio. Por su parte, los turistas nacionales o
de afuera vienen al barrio para pasar unos pocos días en alguno de sus pequeños
hostales y recorrer sus calles hasta el Centro, dándole a San Antonio un grato
aspecto cosmopolita sin invadirlo pues no son tantos.
Otras
personas llegan a San Antonio a poner un negocio, principalmente restaurantes o
bares, la mayoría de ellos sin permiso, y en los que, ignorando equivocadamente
el carácter patrimonial del barrio, permiten que sus clientes que no llegan en
taxi invadan sus calles con sus carros, en lugar de estimularlos para que los
dejen en los parqueaderos existentes, y que caminen hasta el sitio al que van
disfrutando del carácter que sus viejas casas le dan a sus calles, y no apenas
de la comida y la bebida. Pero los más preocupantes son los que ponen
trabajaderos o talleres, igualmente sin permiso, y que llenan los andenes de motos, y el viejo
barrio no les significa nada y sus habitantes menos.
Los
vecinos que insisten en vivir en el barrio han visto como la calidad de vida
del mismo se ha ido perdiendo pues les ha tocado soportar la invasión de carros
y motos, ya mencionada, junto con ruidos y olores ajenos, aunque mucho más en
unas calles que en otras, por lo que es necesario que todos se enteren de lo
que está ocurriendo así sea que aún no los afecte directamente. En este sentido
la labor de la Fundación Vecinos de San Antonio, Funvesan, y de la Junta de
Acción Comunal del barrio, JAC, han sido definitivas para que las cosas
comiencen a cambiar con el cierre de un local sin permisos, pero es
imprescindible el apoyo activo de más personas, pues son muchos los ilegales.
Los
que abandonan a San Antonio deberían pensarlo más y mejor antes de vender sus
propiedades, ya que lo más probable es que el barrio se consolide como un
importante sector patrimonial de la ciudad, dado su valor histórico, urbano y arquitectónico, y su
valor comercial igualmente aumente; y si por desgracia sucediera que su
gentrificación se acelere debido a la falta de control por parte de las
Autoridades Municipales, igual subirá dada su cercanía al Centro de la ciudad.
Lo procedente es remodelar las casas grandes para conservar una parte como
vivienda principal y la más pequeña, como lo permite la norma al respecto, para
otra vivienda o un local para arrendar.
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